miércoles, 4 de enero de 2012

5. ‘Ese chico tan mono’


Un médico aprieta su tobillo mientras ella hace muecas de dolor.
-Sí, es una esguince. Vas a tener que estar varios días en reposo.
Leyre suelta una maldición por lo bajo. Inés está fuera llamando a Marcos para que venga a por Leyre. Mientras Diego espera en un rincón de la consulta observando como el hombre de una espesa barba blanca y cara de Papá Noel le venda el tobillo a Leyre con sumo cuidado. Pese a ello, ella da muestras de que le está doliendo.
-Bueno, pues ya está. Un antiinflamatorio cada ocho horas y en cuatro o cinco días estarás mucho mejor.
-Muchas gracias.- susurra ella mientras ese hombre tan afable sale de la habitación. Inés entra mientras Diego se acerca a Leyre y la ayuda a incorporarse, pero le impide levantarse.
-Marcos viene hacia aquí.
-Genial, una semana sin poder moverme casi.
-Podría haber sido peor- dice diego-. De hecho, creo que para Lucía ha sido bastante peor.
-¿Por qué dices eso?
Inés mira para otro lado como si no supiera nada, divertida.
-Porque he visto el mechón que se ha traído Inés de recuerdo, ¿Verdad?


Ángel y Alessandro están sentados en un velador de un bar del centro. Aún trajeados, comentan divertidos la pelea. Es noche cerrada y las calles están a rebosar de universitarios en busca de desaprender todo lo aprendido a base de alcohol y drogas.
-Pero, aún así –dice Alessandro- sigo sin entender porque Lucía le ha pegado a Leyre, porque la odia tanto.
Ángel sacude la cabeza.
-No os fijáis nunca en nada. Está claro. Lucía está enamorada de Diego desde el primer día de universidad, pero esta noche el solo ha tenido ojos para Leyre. Apuesto a que no sabe ni de qué color era el vestido de Lucia.
-Es decir, que ha sido un ataque de celos.
Ángel asiente.
-Pues qué tontería más grande.
-¿Por qué?
-Si no le gustas a una persona te aguantas y punto.
-¿De verdad piensas que es así, Ale?



Marcos ayuda a Leyre a echarse en el asiento trasero del deportivo mientras Diego se marcha en su coche. Ha quedado en ir a verla mañana, ella le ha apunta su dirección en un Nokia color rojo. Inés ya se ha sentado delante y llama a su madre para decirle que hoy se queda a dormir en casa de Leyre. Por supuesto que la dejan
A las 3.36 de la madrugada atraviesan la ciudad bajo una cúpula de estrellas. Varios coches con la música a tope les pasan cerca, doblándolos en velocidad. Dentro del coche hay un silencio que para muchos sería incomodo, pero para ellos es normal. Marcos pone la radio. Suena música de discoteca.
Leyre cierra los ojos intento entender lo que ha pasado. Lucía le ha pegado. ¿Por qué? Porque está enamorada de Diego, y tiene miedo de que ella se meta de por medio. Pero, si lo conoce desde hace un día ¿Qué podría haber entre ellos? Nada. Esa es la respuesta. Diego es dos años mayor, ella para él será solo una cría mientras que Lucía le parecerá más madura… No, eso no es cierto. Pero, ¿Por qué busca escusas? ¿Por qué piensa en esto?  Por un momento se imagina sus ojos, y algo la recorre por dentro. Algo nuevo, algo que le da miedo.





Llega al estudio con ojeras. Está mojado, fuera chispea. Hoy no es un día típico de verano. Aquello ya está a rebosar de gente. Maquilladores van y vienen, y los flashes de los fotógrafos ciegan a algunas modelos que ya están allí.
-Luis, ¿Ya estás aquí? Hoy el rodaje no empieza hasta las 12.00
-Sí, lo sé. Pero no era capaz de dormir. Además, quería saber que tal os iba en vuestra ‘’caza de talentos’’.
-¿Te refieres a las modelos?
-Sí.
-Nada, no hemos encontrado nada. Aunque ayer unos chiquillos nos llamaron y nos dijeron donde podríamos buscar.
-Pues al ataque.
Mario sonríe. Luis es uno de los mejores actores y modelos que tienen, además de una gran persona.
-A eso iremos esta tarde.



Todos desayunan alrededor de la mesa de la cocina. Leyre ocupa dos sillas. Una ella, y otra su tobillo. María, la madre de Inés, ha venido a dejar a Tony para que pase el día allí. Y desde que ha llegado, él y los gemelos no dejan de hablar de no sé qué plan para conseguir que les dejen organizar una fiesta de pijamas. Mientras, Marcos y Ada se dan prisa en comer, ya que han quedado en media hora para jugar a tenis. Inés y Leyre son las únicas que aún no están vestidas. Es más, se acaban de levantar y se nota. Inés lleva el pelo enmarañado y Leyre recogido en una coleta. Y ambas tienen los ojos negros por la falta de ganas de desmaquillarse anoche.
-Qué asco- masculla Leyre con la boca llena. Su tostada se ha quemado.
-Que quejica eres.
-No soy quejica, soy tu hermana pequeña y estoy casi inválida.
-Exagerada.
-Llaman a la puerta- interrumpe Leyre despreocupada.
-¡Ya voy yo!- grita Rubén.
Lo escuchan correr hasta la puerta y abrirla, pero no escuchan a nadie. Hasta que Rubén grita de nuevo:
-¡Leyre dicen que es para ti! ¡Es Diego!

miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo 4. 'Solo faltó el barro...'

Las palabras de un discurso resuenan contra las vidrieras de las paredes. El director termina de hablar y todos aplauden. Poco después, las mesas descansan tristes pegadas a las paredes mientras dejan un espacio libre para bailar. Muchas chicas van ya descalzas y muchos chicos están despeinados y un poco más ebrios que antes. Inés y Lucía descansan en dos sillas al lado de Diego y Alessandro. Ángel está hablando con un antiguo amigo del instituto y Leyre baila en mitad de la pista con Emilio. Todo el mundo los mira. Más que pisar el suelo, parecen deslizarse, volar.
-Bailan muy bien.
-Pues es extraño, porque Leyre es arrítmica. –Afirma Inés. –Será cosa de Emilio.
-Pues seguro, lleva yendo a clases de baile desde pequeño.
Lucía ríe divertida.
-¿Aquí todos tenéis un ´don’ al que os dediquéis desde pequeños?
-Yo toco la guitarra si te sirve de algo.
Todos miran sorprendidos a Inés.
-Nunca lo habría imaginado.
-Ángel también toca la guitarra.- afirma Diego.
La cara de Inés si que es de sorpresa.
-Eso si que no lo hubiera imaginado nunca.
-Y Leyre, ¿Qué hace?
El gesto de Lucía cambia nada más oír ese nombre en labios de Diego.
-Monta a caballo.
La canción que estaba sonando se termina y Leyre se apoya en Emilio tras dar un traspié con esos tacones excesivamente altos y delgados. Ambos se acercan a sus amigos como pueden.
-Leyre, pareces un pato andando.
-Y tú una oca y nadie te dice nada.
Inés y Leyre se miran y sonríen al instante. A pesar de no poder ni andar, parece que su energía no tiene fin, ya que la chica del vestido negro a la que Ángel observa atentamente desde el otro lado del salón se vuelve a levantar y mirando a su alrededor dice:
-¿Quién quiere bailar? ¡Venga, que parecéis muermos!
-Diego antes dijo que le apetecía una lenta.
El mencionado casi mata con la mirada a esa chica callada de ojos azules. Pero no le da tiempo a decir nada. Leyre lo coge de un brazo y, casi arrancándole la chaqueta, echa a correr al centro de nuevo. Diego la sigue como puede. Otra canción ya ha comenzado. Es una especie de vals, Diego y Leyre se colocan y comienzan a bailar. No bailan con tanta ligereza como lo hacía Emilio, pero parecen complementarse mucho mejor.
Pero Leyre parece no poder más con esos zapatos y tropieza. Todos piensan que se va a caer, pero Diego consigue cogerla a tiempo. Como consecuencia, sus labios quedan muy cerca, demasiado para el gusto de algunas personas. Él se queda sin aliento, y ella no puede apartar la mirada de sus ojos claros. Ambos temen porque el contrario pueda oír los latidos de sus corazones, desenfrenados y no saben el por qué. De pronto, Leyre siente como alguien la agarra del pelo y tira. Su grito resuena por todos lados, pero la música sigue sonando.
Cuando consigue soltarse y darse la vuelta, ve a Lucía detrás.
-¿Qué haces?
-No, que haces tú, zorra. Qué te crees, ¿Qué acabas de llegar y ya puedes liarte con él y todo?¿Acaso tu eres mejor que yo?
Ángel las mira preparado para actuar. Era el único que se esperaba esto y lo sabe.
-¿De qué me estás hablando?
-¿Cómo que de qué te estoy hablando?- Lucía grita casi histérica- ¡Yo lo conozco desde hace más tiempo que tú no tienes derecho a quitármelo!
-Eres una loca histérica, déjame en paz.
Lucía casi parece arder de la furia, y cuando Leyre le da la espalda, se tira encima de ella. Ambas empiezan a forcejear en el suelo, y todos alrededor están quietos, sin saber que hacer.
No, todos no.
-¡Vamos-grita Ángel- , no os quedéis así! ¡Ayudadme a separarlas!
Inés es la primera que acude en ayuda de su amiga e intenta quitarle de encima a Lucía, que sigue gritando de rabia. La coge del pelo y la obliga a levantarse. Ángel la ayuda a sujetarla mientras ella sigue dando puñetazos al aire. Entre tanto, Diego y Emilio consiguen levantar a Leyre, que lo primero que hace nada más estar de pie es quitarse los zapatos. Tras esto, coge impulso para pegarle a Lucía, pero consiguen detenerla a tiempo.
-¡Eres una puta! ¿Qué te has creído? ¡Cómo me vuelvas a tocar…!
-Leyre, Leyre relájate.
Diego se ha puesta delante suya, sin dejarla pasar. Ella lo mira y de repente piensa en lo despeinada que irá y en como llevará colocado el vestido. Pero la rabia la consume por dentro.
-¿Pero cómo quieres que me relaje? ¿Has visto lo que me ha hecho esa zorra?
-Sí, sí, lo he visto, pero por favor, relájate y vamos a sentarnos.
No le da opción a llevarle la contraria. La coge de la mano y la dirige hacia la silla más alejada de Lucía que encuentra. Una vez allí se sienta en frente de ella.
-¿Estás bien?
-Sí, solo me duele un poco la cabeza…
-Normal, menudo tirones de pelo. ¿Pero no te duele nada más?
-Sí, quizás un poco el tobillo, pero puede ser de los tacones…
-Lo tienes hinchado. Vámonos a urgencias.
Intenta levantarse, pero el dolor en el pie le impide andar. En su contra, Diego la coge y se encamina hacia afuera.
-Pero, ¿Y Inés?
-Tranquila, aquí estoy.
La voz de su amiga se escucha jadeante, no sabe si de que la ha visto discutir con Lucía tras la pelea o si es porque ha venido corriendo.
-¿A dónde vamos?
-Al hospital, tiene el tobillo que no puede ni andar.
Inés se encoge de hombros.
-Está bien.
En la puerta del restaurante un montón de adolescentes descansan fumándose un cigarro, y otros prefieren un puro como esos que dan siempre en las bodas.
Justo antes de montarse en el coche, una conversación ajena llega a sus oídos, y la escuchan casi involuntariamente.
-¿Has visto a esas dos que estaban peleándose ahí dentro? ¿Qué habrá pasado?
-No lo sé, pero desde luego, ha sido una pelea digna. Solo les ha faltado el barro.
Ambos ríen. En incluso Inés y Diego sonríen. Pero Leyre está demasiado cansada para eso.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 3. Con luz propia.


Sin saber cómo, una hora después, todos están sentados alrededor de la mesa de un bar, a pesar del disconforme entre Diego y Francesco. Naiara sonríe, apresada por los ojos de Alessandro y por el cuerpo de Ángel. Está contenta además, porque ya nadie parece acordarse de las ganas de ir a bailar a una discoteca.
-Entonces, ¿Eráis vosotros?
Leyre ríe, parece estar muy cómoda allí. Sentada entre Diego e Inés, escucha atentamente los relatos que esos tres chicos mayores que ella les cuentan.
-Sí. –continúa Alessandro. – Unos chicos se metieron con nosotros e intentaron pegarle a un amigo, y nos metimos de por medio. Pero no sabía que esa pelea hubiese sido tan ‘famosa’.
-¿Estás de broma? –Anna casi grita de la expectación. –No se habló de otra cosa en una semana. Si se dijo que incluso tuvieron que hospitalizar a dos chicos…
Los tres ríen. Parecen rememorar tiempos mejores.
-Sí, eso es cierto. Pero fue por una tontería.
Por un momento Diego parece recordar algo, recibir un chispazo.
-Hablando de eso, creo que esos chicos van mañana a la cena de graduación. ¿Qué hacemos si nos los encontramos?
Inés mira a Layre inquisitivamente, y a ninguno le pasa por alto.
-¿Qué pasa?
La pregunta ha salido de labios de Ángel. Todos lo miran extrañados, ya que lleva callado toda la noche.
-Leyre y yo también vamos a la cena de graduación.
-Pero, ¿Cuántos años tenéis?
Ambas ríen.
-¿Cuántos nos echas?
En ese momento, un montón de sentimientos contradictorios llegan a esa mesa desde diferentes mentes. Naiara y Anna se miran entre ellas, celosas como siempre de sus dos amigas. Tienen mejor cuerpo y mejor carácter, y nunca soportarán eso. Alessandro sonríe escéptico, sabiendo la respuesta, ya que Leyre le dijo su edad el día anterior. Lucas sonríe hacia sus adentros. No está celoso, sabe que a Inés y a su amiga les encanta mostrar ese cuerpo que tanto les ha costado conseguir, pero también sabe que solo él conoce cada rincón de esa piel con total seguridad. Diego está sonrojado, no sabe dónde meterse. Y no sabe que contestarle. Sabe que si abre la boca en ese momento o único que sería capaz de decirle es lo preciosa que le parece. Francesco se muere de celos por dentro. No quiere que nadie se fije en Leyre, que la mire, que la observen, que la… deseen. Esa idea lo vuelve loco. Y Ángel… Ángel sonríe por primera vez en toda la noche, encantado y encandilado por el juego de esas dos muchachas, embrujado en sus ojos.
-¿Es una pregunta trampa?
-Imbécil.
-Tenemos 17 años, pero vamos a la cena de graduación desde los 15.
-Pero Inés, yo quería saber qué edad nos echaban.
-¿Pero vais todos?
-Que va, solo nosotras dos.
-¿Y que os parecería compartir mesa con tres encandores caballeros?


Un toque de rímel por aquí y pintalabios rojos un poco más a la derecha. Una riza sus pestañas mientras la otra se alisa el pelo, que le cae como una cascada rubia por la espalda. Leyre a preferido tirabuzones, y ahora su pelo enmarca una cara medianamente morena y un tanto maquillada. Los ojos azules de Inés resaltan, con unas largas pestañas negras y un eyeliner de color azul marino. Un poco de purpurina en los hombro las hace brillar casi con luz propia. Una con los labios rojo sangre y la otra con un color neutro brillante, salen de aquel baño digno de cualquier maquillador experto.
-Vamos a llegar tarde.
-Como siempre.
-Pero es que hemos quedado con ellos en media hora.
-Nos ponemos los vestidos y los zapatos y nos vamos.
-Déjame tus tacones negros.
-¿Los normales o los de plataforma?
-Los de plataforma.



-Eh chicos, ¿Qué hora es?
-Casi y media, ya deberían estar aquí.
-¿Quiénes?
Emilio parece estar en otra órbita. No sabía que sus amigos habían quedado con alguien.
-Inés y Leyre.
-¿Quiénes son esas?
-Luego las conocerás. Por allí viene Ángel.
-Hola a todos… Me han llamado Inés y Leyre, dicen que vayamos entrando y cogiendo mesa, que se retrasarán un poco.



-Te dije que llegábamos tarde.
-¿Por qué os tengo que sacar yo siempre del apuro?
Marcos refunfuña divertido en el asiento de adelante. En el asiento del copiloto está sentada Inés, y detrás va Leyre.
-¿Y por qué siempre se sienta Inés delante si tu eres mi hermano y no el suyo?
-Por qué siempre llegamos tarde por tu culpa.
-Y porque total, es como si fuera mi hermana también, ya que aquí hemos crecido todos juntos.
Los tres sonríen ante ese comentario. Marcos tiene razón, sus familias siempre han sido como una sola. Todos menos Raúl, el hermano mayor de Inés, que desde que se fue a vivir fuera ni si quiera se preocupa por sus hermanos pequeños…
-¿Y os dejan entrar en la cena?
-Sí, ¿Por qué no iban a dejarnos?
-Tenéis 17 años.
-Pero aparentamos más, y eso es lo importante.


Un restaurante casi a las afueras de la ciudad que hoy rebosa gente joven.  En un salón enorme en el que abundan mesas redondas con cubiertos perfectamente colocados. Las copas tintinean y las chicas corren de aquí a allá intentando llamar la atención. No todas lo consiguen. Antiguos alumnos que vienen por hacer bulto hablan con profesores de los cuales casi no recuerdan los nombres. Mientras tanto, cinco personas esperan sentadas alrededor de una mesa a la entrada triunfal de sus dos acompañantes de hoy.
-Lucia, ¿Cómo es que no vienen tus amigas?
-Por que se han echado atrás en el último momento, y como yo si quería venir llamé a Diego y se pasó a por mí.
Ella sonríe, él le devuelve la sonrisa. A Ángel no le pasa desapercibido el brillo en los ojos de su compañera. Es guapa, pero no es el tipo de chica que le gusta a su amigo. Demasiado extrovertida quizás, morena con el pelo lacio. Y muy alta, más de lo que a él le gustaría. Se encoge de hombros imperceptiblemente. Se está montando falsas ilusiones con Diego. Ya se le pasarán.
-Eh mirad, allí vienen.



Todos parecen enmudecer a su paso. Con 17 años superan las expectativas de muchas de las personas allí presente. Inés tan seria como siempre, lleva un vestido que solo le cubre un hombro, de un color azul brillante y con algo de vuelo bajo la cintura. Unos tacones abotinados color medianoche rematan la faena. Su pelo más liso de lo normal le cubre toda la espalda y refleja un color rubio ceniza. Pero lo que más llama la atención de ella son sus ojos azules, hoy más azules que nunca. A su lado camina Leyre, sonriente. Ella va de negro, con un vestido en palabra de honor y algo más corto que el de su amiga. Además, este no tiene vuelo, por lo que marca su figura con total precisión. Como si fuera un reloj de arena. Unos simples tacones negros con algo de plataforma que esta vez no dejan entrever esas uñas siempre pintadas. Su pelo rebelde parece haberle dado hoy un día de tregua y se amolda en decenas de bucles alrededor de su cara. Más maquillada de lo habitual, parece haberse puesto hoy unas lentillas verdes, pero todo se dan cuenta de que no es así. Sus ojos brillan levemente al ver la mesa donde están sus ‘’amigos’’.



En la mesa, todos se quedan sin habla al verlas aparecer. Diego, Ángel, Alessandro y Emilio las miran con los ojos tan abiertos como platos. Pero por la mente de Lucía no pasa ni un signo de admiración. Simplemente celos. Simplemente envidia. En tres pasos más, llegan a la mesa.
-Hola a todos. 
Casi grita Leyre. Inés sonríe levemente haciendo un ademán con la mano.
-Hola chicas. Os presento a Emilio, un amigo nuestro.
Dos besos y un saludo.
-Buenas noches.
Ángel las repasa de arriba abajo, antes de comprobar la reacción de la próxima persona a la que van a conocer.
-Y esta es Lucía, una compañera de clase.
Las dos le sonríen de oreja a oreja y suena a la par:
-Buenas noches Lucía.
Por respuesta, solo reciben una palabra seca, brusca.
-Hola.
Ángel sonríe, él ya se lo esperaba. Y tiene un presentimiento. Esta cena va a dejar huella.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 2. Caprichos del destino.


El agua de la ducha golpea con fuerza su piel semitostada por el sol del verano. Las gotas caen, recorriendo cada rincón de su cuerpo, como en una carrera para ver cual llega antes a la meta. La espuma se desliza por su pelo color ceniza, y un poco le llega a los ojos.  Se la retira rápidamente, con delicadeza, una cualidad de la que no carece ninguno de sus gestos. Y, mientras deja pasar los minutos, piensa en su amiga. ‘No sé que problema tiene. Ha tenido muchas oportunidades, con chicos de todo tipo, y nada. No quiere… No la entiendo. Somos muy diferentes…’ 
Inés sabe que Leyre es muy atrevida, hasta cierto punto.



Enfundada en unos pantalones cortos vaqueros y una camisa de gasa ancha ceñida a la cintura, camina despacio calle arriba. Sus tacones de esparto granate dejan enseñar unas uñas pintadas de rojo, y unas piernas largas y morenas seducen con un caminar digno de una modelo. Sus labios brillan levemente, y sus ojos verde  esmeralda marcados por unas largas pestañas negras lo observan todo con exagerada curiosidad.
Un chico algo mayor que ella la observa y le guiña un ojo. Ella finge no haberlo visto.
-Leyre, eres guapa, pero no te aproveches de ello, que hay algunos que no podemos resistirnos.
Una voz suena cerca de su oído. Es Francesco.
-Ni soy guapa ni me aprovecho- responde ella con una sonrisa- Si él me ha mirado, no es mi culpa.
-Es difícil no mirarte, llamas la atención.
-¿Qué? –ríe- ¿Yo, por qué?
A Francesco se le ocurren en ese momento mil maneras diferentes de cómo decirle a Leyre que la quiere, que la ama con locura, pero lo único que hace es encogerse de hombros y murmurar entre dientes:
-No sé.
A ella no le pasa desapercibido el rubor de las mejillas de su amigo. Se conocen desde poco más de un mes, pero parece que él le ha cogido bastante aprecio.
-Francesco, ¿Tú llegando tarde?
-Es que me he quedado dormido, porque mi hermano ha estado estudiando toda la noche y se ha ido temprano  a la uni, y me ha despertado. No fui capaz de volverme a dormir.
-¿Qué está estudiando tu hermano?
-Psicología. Esta mañana ha tenido su último examen.
-¿Cuántos años tiene?
-19, dos más que nosotros.



-¿Cómo es posible que Ángel llegue siempre tarde?
-Ya sabes que le gusta hacerse esperar.
-Cómo en cinco minutos no esté aquí me voy sin él.
Una voz grave los sobresalta.
-Tranquilo que ya estoy aquí.
-Seguro que te has parado a mirar a alguna chica.
Ángel sonríe misteriosamente mientras mantiene en vilo a Diego y Alessandro.
-Sí, pero no a una cualquiera. Alessandro, mira allí.
Señala con el dedo índice a un grupo de adolescentes que está a unos metros de distancia, y sus amigos giran la cabeza en esta dirección. Alessandro abre la boca sorprendido, mientras que Diego no comprende nada.
-¡Es Leyre!
-¿Quién es Leyre?
-¿Te acuerdas de la fiesta de ayer? Pues Alessandro estuvo con una muchacha…
-Pero no paso nada.
-Ah, no lo sabía. Por si os interesa, el que está al lado de vuestra amiga… ¿Laura?
-Leyre.
-Eso, Leyre, es mi hermano.
-¿Y por qué nos iba a interesar?
-No sé- dice Diego guiñando un ojo- A lo mejor quieres ir a hablar con ella.


-Entonces, ¿A dónde vamos?
Siete personas de no más de dieciocho años discuten unos metros más allá, sin darse cuenta de que están siendo juzgados a base de miradas.
-Yo quiero una heladería.
-Pero Anna, tu siempre quieres comer.
Un puñetazo va a parar al brazo de Hugo.
-¡Ay!
-Pues yo creo que lo mejor es irnos a una disctoteca.
Naiara niega rotundamente con la cabeza.
-Vamos a sentarnos en un bar a tomar una cerveza.
-Estoy con Lucas y con Inés, yo quiero irme a un pub o algo así.
Todos menos Naiara asienten con la cabeza.
-Pues hala, decidido



-Qué, ¿Os vais a acercar o no?
-Qué dices, que vergüenza…
Alessandro no puede ni terminar la frase cuando Ángel sin previo aviso se encamina hacia esa chica de ojos verdes. Sigue pensando que está demasiado delgada, pero algo en su mirada le llama. Sus amigos lo siguen y lo alcanzan en cuestión de segundos. Un paso más, y de repente, dos cuerpos chocan. Ángel llega justo cuando Leyre se da la vuelta. Él consigue mantener el equilibrio, como si estuviera encima de una cuerda floja, pero ella, tras otro paso en falso, se cae al suelo. Todos a su alrededor ríen, menos Ángel, cuya mirada es impasible, y Diego, que se ha sonrojado.
-Lo siento mucho, ¿Estás bien?
Cuando sus manos se estrechan un escalofrío recorren sus espinas dorsales. Leyre mira sus ojos color miel. Se sonroja pero esboza una gran sonrisa.
-Tranquilo, si no ha sido culpa tuya.
-Lo sé, pero no esperes que él se disculpe.
Diego señala a Ángel con un gesto de resignación. Éste se encoge de hombros.
-En realidad, tampoco ha sido culpa mía, yo no sabía que se iba a dar la vuelta.
-Ya, pero aunque sea por educación…
Francesco se mete en seguida de por medio.
-Diego, sabes que Ángel no lo hace por ser educado o dejar de serlo, es cuestión de su enorme ego.
Ángel sonríe. El hermano de su amigo siempre le ha caído bien.
-Cierto.
-Espera, Francesco, ¿Tú los conoces?
Inés le da forma a los pensamientos de todos con esa simple pregunta. Francesco asiente con la cabeza poniéndose al lado de su hermano.
-Claro que sí. Éste es mi hermano, y estos sus mejores amigos.
Leyre da un paso adelante y se colca frente Alessandro.
-Tú… me suenas.
Él sonríe.
-Vaya, veo que el alcohol de anoche te afectó más de lo que yo pensaba.
-¡Claro, ya me acuerdo! Tu eres Ale, ¿No?
-Exacto.

domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 1. Caminos cruzados.


La música suena a todo volumen. Alrededor de una piscina, ciento de adolescentes bailan descontrolados. Ebrios o colocados. La mayoría de las chicas van ligeras de ropa, no por el calor. Y los chicos… disfrutan mirando. Botellas vacías de alcohol flotan en el agua, y en los rincones, chicos intercambian éxtasis por pasta. Inés vigila desde un balcón. Mira con orgullo la fiesta. Su fiesta. El viento juega con sus mechones color ceniza y pasea por su cuerpo desnudo. Siente una mano sobre su cadera. Cierra los ojos. Le encanta el tacto de su piel.
-Inés, ¿Qué haces aquí? Ven a la cama.
Ella se gira y le sonríe. Sus ojos azules contrastan con los negros de Lucas. Y lo besa. Se enreda en su cuerpo y lo acaricia. Y antes de poder pensar, están de nuevo en la cama, jadeando, suspirando, jugando…
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-¡Bebe, bebe, bebe!
Un corro de diecisieteañeros corean, borrachos, esperando que el chico del centro pueda con toda esa cantidad de cerveza. Desde fuera, al lado de la piscina, un chico de ojos marrones observa la escena. Tiene un vaso en la mano. Brugal con coca-cola. Solo lleva puesto un bañador, dejando entrever un cuerpo sacado de gimnasio. De repente, una chica llama su atención. Sale de entre todo el gentío con un chico de la mano. La reconoce. Ha oído hablar de ella. Leyre. Sale corriendo hacia la piscina, arrastrando tras de si al perdido chico. Al llegar al borde de la piscina le da un beso rápido, y tras separase de él y reírse, lo empuja hacia el interior de la piscina. El chico cae arrastrándola con él. Ambos nadan hacia el centro de la piscina, él la coge y se besan. De nuevo. Ella está mojada, no solo en lo referente a la ropa. Y más que besarlo le muerde, los labios, una y otra vez.
Ángel observa la escena, con un brillo de suspicacia en la mirada. Y, tras unos pocos minutos, deja el vaso de Brugal en una mesa llena de restos de polvos blancos y comida. ‘Es una chica mona. Quizás demasiado delgada, pero mona. Bonitos ojos.’ Sale, arranca un deportivo color negro y se marcha. No quiere caer tan bajo como todos aquellos adolescentes sin futuro.
La alarma de su Nokia táctil hace sonar la canción de los Italo Brothers, Moonlight Shadow. Él la apaga casi automáticamente. Son las siete y media, el último examen es dentro de una hora y lleva toda la noche estudiando. Se sabe los 12 temas de psicología de cabo a rabo, pero aún así, ha decidido repasarlos una vez más.
-Diego, ¿No has dormido en toda la noche?
Él se da la vuelta, y contempla a su madre vestida con el uniforme del trabajo y una taza de café en la mano, apoyada en el marco de la puerta.
-Sí, hoy es mi último examen.
-Pero cariño, necesitas dormir…
Diego se levanta y le da un abrazo a su madre. Desde que su padre los abandonó, han tenido que renunciar  a bastantes cosas por seguir adelante. Él incluso quiso dejar la carrera, pero su madre se lo prohibió.
-No te preocupes, cuando termine el examen volveré a casa y dormiré un rato.
Dicho esto, se dirigió a la cocina de su piso del centro de Salamanca. Abrió la nevera y sacó un pedazo de tarta de chocolate que hizo su madre ayer y se sirvió un vaso de leche.
-Entonces, ¿Hoy no sales?
-Sí, pero por la noche. Vamos a ir a dar una vuelta por los bares de aquí.
-Está bien. Yo me voy ya a trabajar. Hasta luego.
-Adiós mamá.

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La luz se filtra por el hueco de la persiana, y traspasa las cortinas de seda de su cama de dosel. Un rayo de sol le da casi de lleno en la cara, y gruñe entreabriendo los ojos. Siente el cansancio en todos sus músculos. Y el efecto del alcohol en su memoria. Se estira, abriendo los ojos ya del todo, y sonríe. Se siente como una princesa cada vez que despierta en esa cama. Como una princesa cuyo príncipe se perdió en el camino…
Sacude la cabeza y, pulsando un botón de la minicadena de su izquierda, comienza a sonar una canción poco conocida. Mira el reloj. La una de la tarde. Mientras abre el armario, marca el número de Inés en su iPhone fucsia. Uno, dos, tres pitidos…
-¿Si?- La voz aguda de su amiga suena baja, recién despertada, también.
-Inés, soy Leyre, ¿Estabas dormida? ¿Sigue Lucas allí? Anoche no se os vió el pelo…
-Si y si. Se ha quedado a dormir conmigo. ¿Vas a venir a por el vestido?
-¿Qué vestido?
-El de la graduación, ya está arreglado.
-Está bien. Como algo y voy.
-Vale, un beso.
Cuelga y se pone unos pantalones cortos y una camisa veraniega de Massimo Dutti. Se mira al espejo mientras se recoge el largo pelo moreno en una coleta. Aunque Inés y ella solo tengan 17 años, van a la cena de graduación de los de bachillerato desde los 14. Les encanta lucirse.
Baja corriendo unas escaleras de mármol y se dirige a la cocina. Abre la nevera y saca una botella llena de zumo de naranja. Sale andando a paso ligero hacia el salón. Allí están Dani y Rubén, los gemelos, jugando a la play.
-Pequeños, ¿Dónde están papá, mamá y Marcos?
-Papa y mamá se han ido a un club de esos caros, y Marcos está con su novia fuera.
-Su novia tiene nombre.
-Pero nunca me acuerdo.
Leyre suspira.
-Guadalupe.
-Pero no la llaman Guadalupe.
-Ada.
Rubén se encoge de hombros y vuelve al juego.
-Bueno, chicos me voy.
-¿A casa de Inés?
-Si, ¿Por qué lo preguntas?
-Dile a Tony que se venga.
-¿Pero Tony no estaba en un campamento?
-Llegó ayer.
-Está bien, se lo diré.
Coge un caramelo de menta de encima de la mesa y deja en su lugar la botella de zumo.
-Chicos, colocad eso que tengo prisa. ¡Os quiero!
Y sale corriendo hacia fuera. Mira a todos los lados y ve a Marcos montándose en su Porshe  color rojo.
-¡Marcos!- corre hacia él- ¿Me llevas a casa de Inés?
-Pero si vive a tres manzanas de aquí…
-No me apetece andar, venga, ¿Qué te cuesta?
Marcos piensa.
-Venga, móntate.
Leyre se monta atrás, dejadole a Ada el asiento al lado de su hermano.
-Hola Ada.
-Buenos días para ti, ¿No Leyre?
Todos ríen.
-Si, la verdad es que sí. Anoche llegué muy tarde a casa.
-Inés celebró una fiesta, ¿No?
-Si, por el comienzo del verano.
-¿Y qué tal te lo pasaste?
-Muy bien, muchos chicos.
Marcos finge no haber oído la última frase y, tras un carraspeo, le dice a su hermana:
-Leyre, llegamos.
Leyre se baja corriendo, le da un beso en la mejilla a su hermano a través de la ventanilla bajada y tras despedirse, corre a la puerta de casa de su amiga. Llama, y le abre una mujer de negro con un delantal blanco. La conoce.
-Buenas tardes Roberta. Vengo a ver a Inés.
-Hola señorita Leyre. Está en su habitación, creo que aún dormida. Ya sabe el camino.
Leyre comienza a andar, subiendo unas escaleras también de mármol, semejantes a las de su casa. El primer piso la tercera puerta a la derecha. No llama, nunca lo hace. Abre poco a poco la puerta, y dentro ve un bulto en la cama de su amiga. Cierra la puerta sin hacer ruido y se acerca poco a poco. Inés duerme tranquilamente al lado de Lucas. Ambos están desnudos, tapados con una fina sábana de satén (Inés odia la seda) hasta por encima del ombligo. Leyre coge un poco de impulso, con intención de tirarse encima de ambos.
-Ni se te ocurra.
Cuatro palabras se deslizan suaves por los labios de Inés, que abre los ojos lentamente. Y unas milésimas de segundo después, añade:
-Te ibas a tirar encima, admítelo.
Leyre solo sonríe como una niña pequeña y afirma bruscamente con la cabeza. Inés se despereza y se restriega los ojos como si de un gato se tratase.
-¿Y mi vestido?
-En el armario. Cual prefieres, ¿El azul o el negro?
-El negro. Es más provocativo. Además, el azul te pega más a ti.
-Pues pruébatelo.
Leyre camina hacia el armario de su amiga y lo abre con sumo cuidado. De la pequeña percha de la puerta cuelgan dos vestidos muy parecidos cubiertos por un plástico transparente. Saca el negro y lo pone encima de una silla, con la intención de que no se arrugue.
-¿Qué tal con Lucas?- pregunta Leyre mientras se desnuda.
-Bien. Tú también estuviste con un chico anoche, ¿No?
-Sí. Se llama Alessandro, es italiano, estudia en la universidad de aquí, y vive en uno de los colegios mayores, no recuerdo en cual.
-Y… ¿Pasó algo?
Un escalofrío recorre la espalda de Leyre.
-No. Sabes que necesito a alguien especial, que no puedo…
-Cuando estés preparada lo sabrás.
Leyre termina de abrocharse el vestido. Escote palabra de honor, negro azabache, ajustado en la zona de la cintura hacia arriba y con vuelo hacia abajo. Es de gasa. Por supuesto, no iba a ser de seda. Da una vuelta frente al espejo y por un momento se siente una princesa.
-Te queda muy bien.
-¿Cómo es el azul?
-Un poco más largo, por la rodilla, y con un solo hombro al descubierto.
-Me quedo con este.
-La sabía.
-¿Tienes unos tacones negros?
-Sí, los de plataforma, pero me tienes que dejar tu los tuyos azul oscuro.
-Hecho.
La Blackberry táctil suena a todo volumen en su mesilla de noche. No la escucha, tiene los cascos conectados al amplificador de su Epiphone eléctrica de color blanco. Toca una canción de Pereza con los ojos cerrados. Cuando termina y los abre, ve la pantalla de su móvil iluminarse. Es Alessandro. Lo llama.
-Alessandro, soy Ángel.
-Hola Ángel. Te vi ayer en la fiesta.
-Y yo a ti. Ocupado con una chica… Leyre, ¿No?
-Sí, pero fue únicamente un rollo, no me dio su número si quiera.
-Es amiga de la rubia, la dueña de la casa…
-Inés.
-Sí, esa. Y tengo entendido que van todos los años a la cena de graduación. Así que la verás, tranquilo.
-La cena es mañana, ¿Me equivoco?
-No.
-¿Vamos a ir?
-Por qué no, así por lo menos hacemos bultos. Además, va mucha gente de primero de carrera.
-Está bien. Bueno, te llamaba para decirte que Diego y yo hemos quedado esta noche para dar una vuelta. ¿Te vienes?
-Sí, por qué no. ¿A qué hora y en dónde?
-A las nueve y media en la plaza mayor.
-Allí estaré.
-Venga, hasta luego.
Leyre se desliza por la barandilla mientras Inés y Lucas bajan escalón por escalón, agarrados de la mano.
-Leyre, algún día te vas a matar.- Suspira el chico.
-Anda ya, si llevo haciendo esto desde que era pequeña.
Llega al suelo con un aterrizaje perfecto.
-Chicos, ¿Qué os parece si vamos esta noche a dar una vuelta por el centro?
-Si hombre, para que vayáis vosotros dos en plan pareja y me quede yo sola.
-Tonta. Pensaba llamar a Francesco,  Hugo, Naiara y Anna.
-En tal caso, estoy de acuerdo.
-¿A las nueve y media en la Plaza Mayor?
-Está bien, pero esperadme si llego tarde…
-Lo llegarás.
-Hija de tu madre.
Inés sonríe y le da un beso a su mejor amiga.
-Por cierto, me dijeron Rubén y Dani que hablara con Tony para que se fuera a mi casa.
-No te preocupes, ya se ha ido.
-En tal caso, a la heladería.
-Diego, ¿Qué tal el examen?
Los ojos azules brillantes de Lucía lo observan con cierta admiración escondida.
-Bueno, pues podría haberme salido mejor, pero supongo que aprobaré. ¿Y tú que tal?
-Bastante bien, mejor de lo que esperaba.
Caminan, cerca el uno del otro, por uno de los pasillos de la facultad.
-¿Qué vas a hacer esta noche?
-He quedado con Ángel y Alessandro para dar una vuelta por el centro, ¿Quieres venir?
-No, gracias. Creo que me quedaré sola en casa, y hoy prefiero dormir para la cena de mañana.
-¿La de la graduación de los de Bachillerato? ¿Vas?
-Sí, vamos todos. ¿Tú no?
-Claro que sí, pero no sabía que una simple cena de adolescentes motivados tuviera tanto éxito…

Prólogo.


Cierra los ojos, mientras siente como las cuerdas se clavan cada vez más en sus muñecas. Recuerdos acuden a su mente mientras sus ojos se inundan.  Le cuesta respirar, los latidos de su corazón se ralentizan. Tiembla. En un último suspiro, abre los ojos y la boca, buscando aire. Pero unas manos alrededor de su cuello se lo impiden. Histericia. Desesperación. Pero no tiene fuerza para luchar. No, ya no.
Y entonces, ve algo. Algo.
Todavia queda una esperanza.