miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo 4. 'Solo faltó el barro...'

Las palabras de un discurso resuenan contra las vidrieras de las paredes. El director termina de hablar y todos aplauden. Poco después, las mesas descansan tristes pegadas a las paredes mientras dejan un espacio libre para bailar. Muchas chicas van ya descalzas y muchos chicos están despeinados y un poco más ebrios que antes. Inés y Lucía descansan en dos sillas al lado de Diego y Alessandro. Ángel está hablando con un antiguo amigo del instituto y Leyre baila en mitad de la pista con Emilio. Todo el mundo los mira. Más que pisar el suelo, parecen deslizarse, volar.
-Bailan muy bien.
-Pues es extraño, porque Leyre es arrítmica. –Afirma Inés. –Será cosa de Emilio.
-Pues seguro, lleva yendo a clases de baile desde pequeño.
Lucía ríe divertida.
-¿Aquí todos tenéis un ´don’ al que os dediquéis desde pequeños?
-Yo toco la guitarra si te sirve de algo.
Todos miran sorprendidos a Inés.
-Nunca lo habría imaginado.
-Ángel también toca la guitarra.- afirma Diego.
La cara de Inés si que es de sorpresa.
-Eso si que no lo hubiera imaginado nunca.
-Y Leyre, ¿Qué hace?
El gesto de Lucía cambia nada más oír ese nombre en labios de Diego.
-Monta a caballo.
La canción que estaba sonando se termina y Leyre se apoya en Emilio tras dar un traspié con esos tacones excesivamente altos y delgados. Ambos se acercan a sus amigos como pueden.
-Leyre, pareces un pato andando.
-Y tú una oca y nadie te dice nada.
Inés y Leyre se miran y sonríen al instante. A pesar de no poder ni andar, parece que su energía no tiene fin, ya que la chica del vestido negro a la que Ángel observa atentamente desde el otro lado del salón se vuelve a levantar y mirando a su alrededor dice:
-¿Quién quiere bailar? ¡Venga, que parecéis muermos!
-Diego antes dijo que le apetecía una lenta.
El mencionado casi mata con la mirada a esa chica callada de ojos azules. Pero no le da tiempo a decir nada. Leyre lo coge de un brazo y, casi arrancándole la chaqueta, echa a correr al centro de nuevo. Diego la sigue como puede. Otra canción ya ha comenzado. Es una especie de vals, Diego y Leyre se colocan y comienzan a bailar. No bailan con tanta ligereza como lo hacía Emilio, pero parecen complementarse mucho mejor.
Pero Leyre parece no poder más con esos zapatos y tropieza. Todos piensan que se va a caer, pero Diego consigue cogerla a tiempo. Como consecuencia, sus labios quedan muy cerca, demasiado para el gusto de algunas personas. Él se queda sin aliento, y ella no puede apartar la mirada de sus ojos claros. Ambos temen porque el contrario pueda oír los latidos de sus corazones, desenfrenados y no saben el por qué. De pronto, Leyre siente como alguien la agarra del pelo y tira. Su grito resuena por todos lados, pero la música sigue sonando.
Cuando consigue soltarse y darse la vuelta, ve a Lucía detrás.
-¿Qué haces?
-No, que haces tú, zorra. Qué te crees, ¿Qué acabas de llegar y ya puedes liarte con él y todo?¿Acaso tu eres mejor que yo?
Ángel las mira preparado para actuar. Era el único que se esperaba esto y lo sabe.
-¿De qué me estás hablando?
-¿Cómo que de qué te estoy hablando?- Lucía grita casi histérica- ¡Yo lo conozco desde hace más tiempo que tú no tienes derecho a quitármelo!
-Eres una loca histérica, déjame en paz.
Lucía casi parece arder de la furia, y cuando Leyre le da la espalda, se tira encima de ella. Ambas empiezan a forcejear en el suelo, y todos alrededor están quietos, sin saber que hacer.
No, todos no.
-¡Vamos-grita Ángel- , no os quedéis así! ¡Ayudadme a separarlas!
Inés es la primera que acude en ayuda de su amiga e intenta quitarle de encima a Lucía, que sigue gritando de rabia. La coge del pelo y la obliga a levantarse. Ángel la ayuda a sujetarla mientras ella sigue dando puñetazos al aire. Entre tanto, Diego y Emilio consiguen levantar a Leyre, que lo primero que hace nada más estar de pie es quitarse los zapatos. Tras esto, coge impulso para pegarle a Lucía, pero consiguen detenerla a tiempo.
-¡Eres una puta! ¿Qué te has creído? ¡Cómo me vuelvas a tocar…!
-Leyre, Leyre relájate.
Diego se ha puesta delante suya, sin dejarla pasar. Ella lo mira y de repente piensa en lo despeinada que irá y en como llevará colocado el vestido. Pero la rabia la consume por dentro.
-¿Pero cómo quieres que me relaje? ¿Has visto lo que me ha hecho esa zorra?
-Sí, sí, lo he visto, pero por favor, relájate y vamos a sentarnos.
No le da opción a llevarle la contraria. La coge de la mano y la dirige hacia la silla más alejada de Lucía que encuentra. Una vez allí se sienta en frente de ella.
-¿Estás bien?
-Sí, solo me duele un poco la cabeza…
-Normal, menudo tirones de pelo. ¿Pero no te duele nada más?
-Sí, quizás un poco el tobillo, pero puede ser de los tacones…
-Lo tienes hinchado. Vámonos a urgencias.
Intenta levantarse, pero el dolor en el pie le impide andar. En su contra, Diego la coge y se encamina hacia afuera.
-Pero, ¿Y Inés?
-Tranquila, aquí estoy.
La voz de su amiga se escucha jadeante, no sabe si de que la ha visto discutir con Lucía tras la pelea o si es porque ha venido corriendo.
-¿A dónde vamos?
-Al hospital, tiene el tobillo que no puede ni andar.
Inés se encoge de hombros.
-Está bien.
En la puerta del restaurante un montón de adolescentes descansan fumándose un cigarro, y otros prefieren un puro como esos que dan siempre en las bodas.
Justo antes de montarse en el coche, una conversación ajena llega a sus oídos, y la escuchan casi involuntariamente.
-¿Has visto a esas dos que estaban peleándose ahí dentro? ¿Qué habrá pasado?
-No lo sé, pero desde luego, ha sido una pelea digna. Solo les ha faltado el barro.
Ambos ríen. En incluso Inés y Diego sonríen. Pero Leyre está demasiado cansada para eso.

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